Centauros del desierto (The Searchers, 1956) es considerada por muchos como uno de los mejores Westerns de la historia del cine. Pero lo que hace a esta película excepcional dentro de la filmografía de John Ford es la complejidad del personaje de John Wayne, Ethan Edwards.
Ethan es lo que se ha dado por llamar un outsider, un personaje que no encuentra lugar en su comunidad o en la sociedad. Una comunidad que a su vez lucha contra las dificultades de una tierra en la que todos (a excepción de los indios) son extranjeros.
La idea del mito, del héroe, no sólo es esencial en la filmografía de Ford sino que lo es también en el género del Western.
Si reflexionamos sobre la mitología europea podemos apreciar ciertas similitudes entre los caballeros andantes y el héroe clásico del western, idea ya sugerida por André Bazin. Sin embargo, al caballero andante siempre le rodea un aura de misticismo a diferencia del héroe de western o del propio Ethan.
Un ejemplo es Lancelot, retratado por Bresson en Lancelot du Lac de 1975, un hombre que tiene que luchar contra las acusaciones que se le imputan y rechazar los sentimientos que siente por la reina Ginebra en beneficio del reino y del equilibrio de la comunidad. Podemos ver en Ethan una actitud similar a lo largo del film. Cuando los Rangers encabezados por un sheriff-predicador entran en escena, se crea un gran revuelo en la casa, alegría por parte de la comunidad al tener entre ellos hombres valerosos que están dispuestos a sacrificarse para protegerles. El sheriff, poder legal y religioso, le pide a Ethan que preste juramento a los Rangers (Marty y él serán los únicos que no cobren dinero por ello) Ethan replica que él ya ha prestado juramento a algo superior, los EE.UU., es decir a la patria por encima de la idea de Dios.
Martha abre la historia, la cámara la espera para después acompañarla al exterior donde vemos el vasto paisaje. Un paisaje protagonista que enmarca la historia. No es gratuito que John Ford elija planos panorámicos o generales para las escenas de acción. Hay dos planos especialmente bellos que coinciden con los dos enfrentamientos iniciales con los indios, cuando todavía van acompañados de los Rangers. La primera panorámica delimitada por los indios en la línea superior del plano, aprovechando las formas de la propia naturaleza y los Rangers en la de abajo (metáfora de la supremacía de los indios). Y la segunda, cuando Ethan espeta al predicador que no volverá a obedecerle una orden si se equivoca, Ford marca las diagonales del plano con el río y los hombres en movimiento.
Martha ve en esa primera secuencia una silueta, que, como si llevase tiempo esperando, reconoce inmediatamente como Ethan. El hijo pródigo ha vuelto. La alegría exacerbada de la mujer y de los hijos contrasta con la acogida contenida de su hermano de sangre. De aquí se desprenden varias lecturas básicas para entender la posición de este héroe/antihéroe que es John Wayne.
Dicho esto podríamos pensar que entre Ethan y Martha había sentimientos más allá de lo considerado correcto entre cuñados, y que este sentimiento incestuoso fue el motivo de que Ethan no volviese inmediatamente después de terminar la guerra e incluso que le hubiese empujado a ir a ella.
Ethan no quiere tener recuerdos de la guerra, su simbología no tiene nada que ver con él, de hecho regala el sable a su sobrino y su condecoración a la pequeña Debbie, elemento que más tarde servirá para identificarla, pero no será ella quien la lleve sino que será el jefe Scar.
Más tarde en una escena en la que la familia está alerta por el ataque inminente de los indios, el sobrino se quejará de que su tío no este allí para protegerles, su padre está con ellos, pero es en Ethan en quien confían para salvarles.
Ethan es tratado por muchos como racista, y en consecuencia John Ford, pero no lo es. Él está en una posición similar a la de los indios, de hecho Ethan los admira. Admira su manera de adecuarse a un terreno tan hostil, conoce su lengua y sus costumbres, como ellos es un nómada al que sus circunstancias le han desplazado de su hogar. Pero a su vez sabe que son enemigos. Hay una especie de respeto mutuo entre ellos. Aunque desde el principio Ethan parece no preocuparse de lo que le pueda pasar a Marty, es mestizo y además no tiene su sangre, no es así, Ethan le protege con su actitud, le trata como un niño, le intenta endurecer. De hecho aunque le menosprecie le aprecia, ¿sino qué sentido tiene haberle salvado de una muerte segura? O el ejemplo de la esposa india de Marty, Ethan podría haberla matado pero no lo hace. Y la gran duda final, sabiendo que Debbie es una de las concubinas de Scar, Ethan siente un rechazo y un odio enfermizo, quiere matar a Debbie, de hecho el único que no la da por perdida es Marty, aún así Ethan la rescata, tiene que verla cara a cara para que su obsesión se disipe y le devuelva sus sentimientos primigenios.
Ethan es pues querido, necesitado y a la vez rechazado por los suyos. Ya al comienzo se queda fuera de la casa con el perro de la familia. O en el famoso plano final donde el tema central de la película reza, “El hombre que busca su alma y su corazón ha de encontrarlo fuera…” mientras todos los demás se meten en la casa, Ethan se aparta de la puerta cediéndole su lugar a Marty y a medida que se aleja de la casa, de la comodidad y la seguridad del hogar, la puerta se cierra, siendo él mismo el que se excluye de la comunidad.